Con cierta frecuencia asistimos a las denuncias de supuestas prácticas de tráfico de órganos y tejidos humanos para trasplantes que son recogidas en los medios de comunicación. En los dos primeros meses de este año hemos podido leer dos grandes reportajes sobre este particular en el diario "El Mundo", ambos aparecidos en domingo (4 de enero y 15 de febrero) y otras informaciones, más breves, en diferentes periódicos (entre ellos "El País" o "El Periódico de Aragón"). El primero de los reportajes de "El Mundo" recogía la pretensión de un ciudadano español de vender uno de sus riñones a través de la red. El segundo recoge la denuncia, por parte de unas religiosas españolas que trabajan en Mozambique, de la desaparición y asesinato de más de un centenar de chavales entre 12 y 15 años, supuestamente para extraer sus órganos y traficar con ellos en el extranjero.
La Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS) hace un llamamiento a la responsabilidad de los medios de comunicación social a la hora de informar sobre hechos como éste y recuerda a nuestros compañeros la importancia de contrastar sus informaciones con expertos en el campo de los trasplantes, de forma muy especial cuando afectan en gran medida a la percepción social que se tiene de esta terapéutica, crean alarma social y pueden poner en peligro el esfuerzo diario de numerosos profesionales empeñados en mejorar la salud de nuestros conciudadanos.
En este sentido hemos elaborado en colaboración con expertos españoles en este campo el siguiente documento:
1.- El proceso de donación y trasplantes:
Los trasplantes son hoy día una terapéutica habitual en los hospitales españoles. Son la solución al fracaso irreversible de la función de algunos de nuestros órganos, como son los riñones, corazón, hígado, pulmones, páncreas etc. Los resultados en términos de supervivencia y años de vida ganados, así como en términos de calidad de vida percibida por el paciente son, en el momento actual muy satisfactorios. Por ejemplo, a día de hoy la supervivencia media para los pacientes que reciben un trasplante de hígado es de 20 años y de 15 años para los que reciben un corazón.
Los trasplantes no son exclusivos de países muy ricos, afortunadamente y de forma creciente, se van implantando unidades de trasplante en muchos países en vías de desarrollo, baste como ejemplo mencionar los 2.000 trasplantes renales que se realizan anualmente en Irán o los casi 6.000 de la India, si bien, en estos casos, las donaciones son casi exclusivamente de personas vivas.
Cuando una persona fallece en condiciones de poder ser donante de órganos, esto es, en un UVI o unidad de urgencias de un hospital de tercer nivel, en situación de muerte encefálica o parada cardiorrespiratoria irreversible, reciente y vigilada, se realiza una cuidadosa y exhaustiva evaluación del cadáver, con dos objetivos: por un lado descartar que tenga una enfermedad infecciosa o tumoral que pudiera transmitirse a los receptores y por el otro analizar la viabilidad, situación y grado de función de los órganos y tejidos que pensamos trasplantar.
Este proceso de evaluación requiere una infraestructura técnica hospitalaria de tercer nivel y una preparación adecuada del personal sanitario que lo lleva a cabo. Y todo ello disponible 24 h. sobre 24 h. (uno nunca sabe cuándo va a fallecer). En este proceso de evaluación se es extremadamente cuidadoso, ya que la inmunosupresión (debilitamiento del sistema inmunológico de defensa que le va a permitir tolerar el trasplante) a la que se a somete a un paciente trasplantado le pone en riesgo evidente de padecer enfermedades infecciosas o tumorales con más frecuencia que la población general, y obviamente, de desarrollarlas con mayor gravedad si las transmitimos con el injerto. Los órganos deben mantenerse viables y bien perfundidos hasta que se puede proceder a su extracción. Dicha extracción de órganos ha de realizarse en un quirófano suficientemente dotado y en las más estrictas condiciones de asepsia. De nuevo se necesita una estructura y personal sanitario de máximo nivel, disponible a cualquier hora.
Una vez extraídos los órganos, estos han de ser trasplantados en un plazo breve de tiempo (por ejemplo, no más de dos o tres horas para un trasplante cardiaco), por supuesto en las mejores condiciones quirúrgicas y por personal médico adecuadamente entrenado.
Desde que comienza un proceso de donación hasta que se llevan a cabo los correspondientes dos, tres o cuatro trasplantes de órganos sólidos, van a transcurrir 20 o 24 horas de trabajo ininterrumpido en los hospitales implicados, y van a participar no menos de 80 o 100 personas, dependiendo del número y complejidad de los órganos que se vayan a trasplantar.
Los pacientes trasplantados deben ser objeto de un seguimiento médico y farmacológico de por vida. Van a seguir un régimen de inmunosupresión ya que el cuerpo humano tiende a rechazar todo aquello que no es propio, y este régimen debe ser vigilado muy frecuentemente por un especialista en trasplantes. En nuestro país, así como en cualquier país de nuestro entorno, se llevan registros de donación y trasplantes que recogen y trazan el camino de todo órgano y tejido extraído de un donante hasta su destino. La finalidad de este registro es doble, por un lado permite un estrecho control de esta actividad, no habrá receptor trasplantado de cuyo órgano no se conozca el origen y, por otro, permite establecer medidas de prevención en los receptores cuando se produce algún efecto no deseado.
Ningún paciente trasplantado en España queda fuera de estos registros y los que se han trasplantado fuera y quieren hacer su seguimiento aquí, entran inmediatamente en ellos.
2.- El tráfico de órganos humanos para trasplantes
En el momento actual existe un creciente desequilibrio entre la disponibilidad de órganos para trasplantes y la necesidad de los mismos. Cada vez son más los pacientes que se inscriben en las listas de espera mientras las donaciones permanecen estabilizadas. En esta situación es fácil pensar que algunas personas quisieran acceder a un trasplante de forma clandestina. Máxime hoy día y en nuestra sociedad en que el dinero lo compra casi todo. Ahora bien, bajo el epígrafe de ?tráfico de órganos? se agrupan hechos reales y ficticios que nada tienen en común y que son mezclados probablemente por desconocimiento.
2.1.- Compraventa de órganos para trasplantes:
Todos los países que disponen de una legislación específica que regule las actividades de donación y trasplante prohíben la compraventa clandestina de órganos. Muchas organizaciones médicas y organismos internacionales se han manifestado sistemáticamente en contra de esta práctica (OMS, Consejo de Europa, Asociación Médica; Mundial, etc.). Ahora bien, en algunos países, la compensación por la donación de un órgano se lleva a cabo con un secreto relativo, incluso con la aceptación oficiosa de las autoridades, que prefieren controlar la transacción antes que condenarla a la clandestinidad absoluta, pensando que es un mal menor. Así, se han descrito diferentes sistemas de acceso a un trasplante de vivo compensado o remunerado, siempre y exclusivamente con trasplantes renales, en países como la India, Israel, Pakistán, Filipinas, Sudáfrica, etc. Algunas de estas descripciones han sido objeto de publicación, no sólo en medios de comunicación, sino también en revistas científicas, medicas o éticas: (Friedlander, The Lancet 2002, Goyal JAMA 2002, Scheper-Hughes J of Human Rigths 2003, etc. ). La extensión de este tipo de prácticas está comenzando a ser preocupante y, de nuevo en este año, tanto la OMS como el Consejo de Europa preparan y están a punto de aprobar, recomendaciones y resoluciones que comprometan a los gobiernos a una lucha más eficaz contra ellas, a una mayor promoción de los programas abiertos y controlados de donación y trasplantes. Recientemente, la persecución policial a estas redes ha detectado y desarticulado algunas de estas redes, siendo el caso más reciente y conocido el de Sudáfrica
2.2.- Obtención criminal de órganos para trasplantes:
Bajo este epígrafe se agrupan diferentes fábulas y leyendas que se repiten cambiando lugares y personajes, pero cuyo fondo permanece: secuestro y asesinato de personas para extraer órganos para trasplantes. Estas denuncias son las que se recogen en algunos medios de comunicación, sin mucho rigor, sin ser sometidas a investigación o contrastar las posibilidades reales de que estas cosas sucedan.
En numerosas ocasiones estas denuncias se han investigado por parte de organismos internacionales, sanitarios o policiales, sin llegar a la conclusión de que fueran ciertas o llegándose a la conclusión de que se trata de prácticas rituales de algunas sectas, o, cortinas de humo que tratan de cubrir crímenes cometidos por escuadrones de la muerte.
En ningún caso se ha podido demostrar que la obtención criminal de órganos para trasplantes sea una realidad. Y ello, no porque el ser humano no sea capaz de las mayores barbaridades sino porque técnicamente es imposible y las denuncias son incompatibles con lo que es un procedimiento de trasplantes real.
De hecho, asistimos, casi sin inmutarnos, a la muerte anual de más de 10 millones de niños en el mundo (de ellos más de 5 millones en África) por causas fácilmente prevenibles o a la prostitución de niñas y niños (1,2 millones) cada vez más pequeños, a la condena de menores a jornadas laborales interminables (247 millones de niños trabajan en el mundo, de los cuales 171 millones lo hacen en lugares de alto riesgo, como minas, fábricas químicas, etc.), a la utilización de estos pequeños para las redes de mendicidad etc. La miseria en la que vive una gran mayoría de la población, y sobre todo los niños es atroz, no hay necesidad de recurrir a este tipo de ?moderna esclavitud humana? del tráfico de órganos para constatarlo. Analicemos el caso que se nos presenta en este momento, que como digo, con pequeños matices, es perfectamente superponible a cualquier otro caso denunciado previamente:
Más de un centenar de chicos de entre 12 y 15 años ha sido asesinado para obtener órganos para trasplantes en Mozambique. Se denuncia que han aparecido cadáveres sin corazón, sin riñones, sin ojos. Pero las personas que lo denuncian no refieren haberlos visto:
a) La necesidad:
Los corazones de chicos de esta edad serían útiles, sobre todo, en chicos de la misma edad, habida cuenta de que el desarrollo de estos chicos secuestrados fuese el adecuado, lo cual dado el origen es complicado de asumir. En este momento en España no hay ningún niño de 10 a 15 años en lista de espera de corazón o pulmón, y sólo uno espera un hígado. Si rara es la necesidad de órganos de niños muy pequeños (los niños pequeños y lactantes eran hasta ahora el habitual objeto de las denuncias), igualmente raro es que adolescentes de estas edades precisen de un trasplante. Desde luego no en número de cientos. Durante el pasado año se registraron en España 68 donantes pediátricos y se trasplantaron en España 67 pacientes pediátricos de riñón, 54 de hígado y 14 de corazón. Si hubiese que montar una red clandestina realmente útil y lucrativa de órganos para trasplantes, habría que buscar adultos como origen y fuente de los órganos.
b) El proceso:
Para trasplantar hígados o corazones habría que trasladar a los supuestos donantes hasta el lugar del trasplante y extraer allí los órganos. Recordemos que un corazón sólo puede permanecer fuera del cuerpo del donante o del receptor entre 2 y 3 horas (6 o 7 en el caso de un hígado). No habría que ubicar los cadáveres en el lugar de la denuncia de la desaparición si no se realizan allí los trasplantes. Habría que trasladar profesionales entrenados y dotarles de una infraestructura suficiente, todo lo cual sería difícilmente ocultable, o al menos debería ser tan visible como los cadáveres.
c) La calidad y seguridad de los órganos
En Mozambique, en la provincia de Nampula (lugar de la denuncia en este caso) la prevalencia calculada de SIDA es del 45%, la de tuberculosis del 38% (Informe ONU- SIDA de 2002). El 40% de los ingresos hospitalarios y el 20% de la mortalidad hospitalaria se relaciona con la malaria, y así podríamos continuar con numerosas enfermedades infecciosas. ¿Quién aceptaría un riesgo de transmisión de SIDA de esta magnitud? Nadie en su sano juicio aceptaría semejante riesgo, mucho menos estos supuestos pacientes ricos del mundo occidental dispuestos a pagar una millonada por el riñón. Es bastante improbable que en el lugar de la denuncia actual se pueda llevar a cabo una correcta evaluación del órgano a trasplantar, de su funcionamiento, de la ausencia de enfermedades transmisibles. Es así mismo muy complicado asumir que puedan darse ?in situ? las condiciones adecuadas para una correcta extracción del órgano, o que se disponga de personal mínimamente entrenado para ello. Probablemente habría que reclutar un equipo completo de ?científicos delincuentes?.
Mozambique es un país tremendamente pobre y maltratado. La mortalidad infantil es del 20% y sólo hay 11 países que tienen más mortalidad infantil que Mozambique (en España es del 0.3%); la esperanza de vida es de 44 años (en España llega a superar los 80); el acceso al agua potable o a algún servicio sanitario no llega al 40%; la malnutrición afecta al 44% de los niños de 0 a 5 años; el 85% de los niños que viven en la calle en Mozambique reconocen recurrir a la prostitución (UNICEF informe de 2001). Es evidente que este país, y el continente africano en general, necesitan intervención y ayuda urgentes y no deberían ser necesarias este tipo de denuncias para llamar la atención sobre ello.