- La AAJM expresa su reconocimiento al personal humanitario y se suma al lema de la ONU: “estamos aquí, pase lo que pase”
El 19 de agosto de 2003 una bomba mató a 22 trabajadores humanitarios en Bagdad. Cinco años después, la Asamblea General de Naciones Unidas declaró el 19 de agosto como Día Mundial de la Asistencia Humanitaria; quería así homenajear a estas personas valientes y solidarias, hacerlas presentes en nuestra memoria, y llamarnos la atención sobre el problema de las crisis humanitarias, para intentar superarlo entre todos. Se trata de poner en valor el trabajo de miles de personas, profesionales sanitarios, cooperantes, voluntarios anónimos y de las organizaciones que tratan de ayudar sobre el terreno a personas que están en el límite, en situaciones de emergencia vital, de máxima necesidad: hambrunas por sequías o inundaciones, falta de techo y abrigo por catástrofes naturales, violencias desatadas en las guerras, enfermedades, sufrimiento y muerte.
La AAJM expresa su reconocimiento al personal humanitario por su compromiso inquebrantable con las regiones afectadas por desastres y en la primera línea del conflicto y se suma al lema de este año de Naciones Unidas: “estamos aquí, pase lo que pase”
La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asistencia Humanitaria, que organiza este Día Mundial, nos recuerda que hay más de 300 millones de personas en el mundo en situación de emergencia, y subraya la importancia, la eficacia y el impacto del trabajo humanitario. ¿Cómo podemos colaborar? Informándonos, dedicando unos minutos a pensar en ello, sensibilizando a otras personas, donando a Organizaciones que trabajan en ayuda humanitaria, participando en algunos programas de estas Organizaciones.
La Asociación por un Acceso Justo al Medicamento no actúa directamente en ayuda humanitaria, pero sí trata de cambiar las estructuras, las reglas de juego, que condenan a millones de personas, cada día, en todo el mundo, a no poder acceder al medicamento que necesitan.
La COVID-19 ha sido un ejemplo de esta realidad. La pandemia afectó a todo el planeta y creó una situación de emergencia mundial, que afectaba más a los más vulnerables, al Sur Global. Con una enorme inversión de dinero público (aportado por todos, con nuestros impuestos), se financió la investigación de vacunas y otros productos sanitarios. Pero, en lugar de exigir que la propiedad de las vacunas fuera pública, los gobiernos cedieron los Derechos de Propiedad Intelectual a las empresas. Con esta cesión, las empresas tenían el monopolio para fijar el precio, decidir cuánto fabricaban, y a quién vendían primero. Como consecuencia, el precio fijado fue entre 10 y 20 veces el precio de coste, y en solo dos años las empresas privadas tuvieron un beneficio abusivo de más de 200.000 millones de dólares vendiendo productos para la COVID. Pero, al mismo tiempo, y por la misma causa, millones de personas en países de bajos ingresos no tuvieron acceso a las vacunas. A un precio justo (el coste más un beneficio industrial en la media de las empresas no farmacéuticas), con menos de la mitad de lo que nos hemos gastado, hubiéramos podido vacunar completamente a todos los habitantes del planeta. Y hubiera sobrado para reforzar los sistemas de salud (1, 2).
Es decir, no solo se trata de donar para comprar medicamentos, sino que, también, se deben cambiar las reglas de juego. Debemos convencer a los gobiernos para que prohíban las patentes y otros Derechos de Propiedad Intelectual en relación con los medicamentos, porque, cada año, son causa de la muerte de 10 millones de personas en el mundo. Como la de Joseph, enfermo de Hepatitis C, que murió hace unas semanas en la República Centroafricana. Juan José, el trabajador humanitario que intentaba conseguir la medicación para Joseph, una medicación que podía salvarle la vida, nos decía por teléfono: “el hombre está consumiéndose poquito a poco, consumiéndose… una terapia tan eficaz… el problema es que no es accesible”. Y es que cada año mueren más de 300.000 personas en el mundo por Hepatitis C, porque tiene precios abusivos. Si el precio fuera el de coste, con lo que gastamos anualmente en los países de altos ingresos se podría comprar medicación para todas las personas que la necesiten, y sobraría. Es preciso cambiar las reglas de juego en el ámbito de los medicamentos. De esa forma, con productos sanitarios a precio de coste, la ayuda humanitaria podría multiplicar su impacto y salvar la vida a millones de personas. Y, con el tiempo, con unas reglas de juego más justas en todos los campos, de las finanzas, de la economía, del comercio internacional, seguramente la ayuda humanitaria sería menos necesaria, porque las situaciones de emergencia vital afectarían cada vez a menos personas.
El día 19 de agosto es un día en el que tenemos que buscar un hueco para pensar. Para sentir la mirada triste, que nos interpela, de millones de mujeres y hombres desesperados. La mirada de Joseph. Y preguntarnos qué podemos hacer.
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(1)
Oxfam. Vaccine monopolies make cost of vaccinating the world agaist COVID at least 5 times more expensive than it could be. July 2021
https://www.oxfam.org/es/node/17295
(2)
Marriott A, Maitland A. The great vaccine robbery. The People’s vaccine. July 2021