- “El perfil de receptor está cambiando un poco en los últimos años, y cada vez tenemos más claro que no es solo para los pacientes con diabetes tipo 1”, asegura el Dr. Antonio J. Amor Fernández, quien considera que “actualmente no hay un tratamiento que consiga un control glucémico tan optimizado como un trasplante de páncreas funcionante”
- Hay un porcentaje de pacientes con diabetes tipo 2 con enfermedad renal terminal que también se pueden beneficiar del trasplante pancreático
- Por el momento, anualmente tan sólo un centenar de personas reciben un trasplante de páncreas en nuestro país
- El reto de curar la DT1 “está más cerca, y probablemente pase por combinar estrategias inmunomoduladoras con la medicina regenerativa
Granada, 11 de abril.- En los últimos años se han acumulado importantes novedades en el trasplante de páncreas, “una modalidad de trasplante que reciben pocos pacientes (unos 100 al año en toda España), pero con ungran impacto en los individuos que lo reciben, tanto por la mejoría en su calidad de vida como por la mejora de su pronóstico vital a medio y largo plazo”, destaca el Dr. Antonio J. Amor Fernández, especialista Senior de la Unidad de Diabetes del Hospital Clínic Barcelona, que participa en una sesión del XXXV Congreso Nacional de la Sociedad Española de Diabetes (SED).
Esta mesa redonda, organizada conjuntamente por la Sociedad Española de Diabetes (SED), la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica (SEEP), ha permitido identificar los principales avances en el tratamiento de la diabetes tipo 1 (DT1), tanto a nivel tecnológico como en el ámbito del trasplante de páncreas y también desde la perspectiva farmacológica, con una nueva línea de tratamiento (la terapia inmunomoduladora).
Trasplante de páncreas ¿también en DT2?
Fundamentalmente, el candidato a un trasplante de páncreas es una persona con diabetes tipo 1 que presenta un fallo renal terminal, y se plantea el trasplante doble de riñón y páncreas. En la actualidad, como informa el Dr. Amor Fernández, “el trasplante de páncreas aislado (sin el renal) es prácticamente anecdótico, puesto que los sistemas de monitorización continua de la glucosa y, sobre todo, los páncreas artificiales híbridos han cubierto el hueco que tenía este tipo de trasplante”.
Un aspecto relevante sobre el que llama la atención el experto del Hospital Clínic es “el aumento que se está observando durante los últimos años en el número de pacientes con otros tipos de diabetes, sobre todo tipo 2, que recurren al trasplante de páncreas”. De hecho, tal y como asegura este especialista, “el perfil de receptor está cambiando un poco en los últimos años, y cada vez tenemos más claro que no es solo para los pacientes con diabetes tipo 1, si no que hay un porcentaje de pacientes con diabetes tipo 2 con enfermedad renal terminal que también se pueden beneficiar”.
Por otro lado, en esta sesión se han destacado los beneficios que la monitorización continua de la glucosa puede aportar en el seguimiento de la función del páncreas trasplantado en estos individuos, así como se ha puesto de relieve el papel que puede tener el endocrinólogo en el seguimiento de estos pacientes, tanto desde el punto de vista del manejo del riesgo cardiovascular como de la función del injerto pancreático.
Y es que, en palabras del Dr. Amor Fernández, “es fundamental abrir los ojos a muchos endocrinos, que actualmente no se plantean este tratamiento en muchos de sus pacientes”. A su juicio, “si está bien indicado, y con una selección adecuada de los receptores, es un tratamiento que mejora ostensiblemente tanto la calidad de vida como el pronóstico de los pacientes. No hay tratamiento en la actualidad que consiga un control glucémico tan optimizado como un trasplante de páncreas funcionante”.
Si bien los sistemas de páncreas artificial híbrido o de ayuda a la decisión han cambiado el paradigma de manejo en el paciente con diabetes tipo 1, “el trasplante de páncreas sigue teniendo su hueco dentro del arsenal terapéutico de estos individuos”, aclara este experto.
La esperanza del tratamiento inmunitario
Pero, sin duda, el avance más innovador y sobresaliente en el abordaje de la DT1 pasa por la aparición de terapias inmunomoduladoras. La diabetes tipo 1 es una enfermedad autoinmunitaria causada por la destrucción selectiva de las células beta que producen la insulina por parte del propio sistema inmunitario. Hace 100 años, gracias al descubrimiento de la insulina, esta enfermedad dejó de ser mortal para pasar a ser crónica. Sin embargo, su naturaleza autoinmunitaria la hacen candidata a inmunoterapias y, en este sentido, en los últimos años ha habido avances significativos y cambios de concepto importantes.
Asumiendo que es una enfermedad autoinmune crónica, heterogénea y que atraviesa por diferentes etapas, “diferentes estrategias de inmunoterapia son capaces de frenar la destrucción causada por el propio sistema inmunitario, concretamente por las células llamadas linfocitos T autoreactivos”, asegura la Dra. Marta Vives-Pi, responsable de l Unidad de Inmunología de la Diabetes del Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol (Badalona)
La inmunoterapia es una manera de manipular al sistema Inmunitario para aumentar, modular o suprimir una respuesta inmune. En el caso de la diabetes tipo 1, se busca suprimir la respuesta autoinmunitaria. En las enfermedades autoinmunitarias en general, y en la diabetes tipo 1 en particular, se puede detener la progresión inactivando a los linfocitos autoreactivos. “Esto es lo que hacen nuevos fármacos y otras estrategias como las terapias celulares, la nanomedicina, los péptidos autoantigénicos y otros enfoques que están siendo testados en ensayos clínicos o en etapas experimentales”, detalla esta experta, quien recuerda que “ahora lo importante es asegurar que estos nuevos enfoques sean seguros, específicos y sin importantes efectos secundarios”.
Los recientes avances en el campo de la prevención demuestran la capacidad de un fármaco (teplizumab) para retrasar el inicio clínico de la DT1. Este anticuerpo monoclonal actúa contra una molécula llamada CD3, que está en los linfocitos T, desactivando los linfocitos que causan el ataque a las células beta. Esto es especialmente importante, puesto que son muchos los beneficios del retraso del inicio clínico, especialmente en niños; entre ellos, un menor riesgo de cetoacidosis en el debut y menos complicaciones secundarias a largo plazo.
Este fármaco ya se ha comercializado en USA y pronto lo hará en Europa. “Es de esperar que en los próximos años veamos avances importantes en el campo de la prevención, lo que supone que habrá que desarrollar un cribado para detectar a las personas de riesgo, es decir, que presentan autoinmunidad asintomática contra la célula beta”, vaticina Marta Vives-Pi, quien considera que el reto de curar la DT1 “está más cerca, y probablemente pase por combinar estrategias inmunomoduladoras (para frenar la autoinmunidad) con la medicina regenerativa(para recuperar la gran proporción de células beta que ya han sido destruidas en el momento del diagnóstico)”.
Con todo, se insiste en la necesidad de seguir investigando sobre las causas de esta enfermedad para comprender el error del sistema inmunitario que activa la autoinmunidad, lo que permitirá no sólo mejorar el conocimiento sino aplicarlo a nuevas estrategias para curar definitivamente la diabetes tipo 1.
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