El internet, el móvil, la tableta, las redes sociales, todo ha aparecido en la vida diaria del ser humano parece ser que para quedarse. Hasta un 94% de los niños entre 10 y 14 años tiene un smartphone, según el estudio ‘El uso del teléfono móvil en España. Noviembre de 2015’ del Instituto de Psicología Desconecta. El 32% de las mujeres adultas tocan el móvil más de 100 veces al día (es decir cada 15 minutos) y un 19% de los hombres más de 200 veces diarias (es decir cada 7 minutos). Internet ha sido la gran revolución del siglo y las nuevas tecnologías han avanzado de forma abrumadora. Conscientes de los grandes beneficios de la tecnologías, desde la Confederación de Alcohólicos, Adictos en Rehabilitación y Familiares de España, CAARFE, quieren estar preparados también para los riesgos. Y es que las nuevas tecnologías, sobre todo entre los más jóvenes, pueden acarrear serios problemas de abuso que deriven en otro tipo de problemáticas. Este es uno de los temas que se van a tratar en el desarrollo de la III Convención Nacional de CAARFE: “La preocupación surge fundamentalmente al observar el tiempo empleado en estas por los más jóvenes, con la posible repercusión negativa en el rendimiento académico o en las relaciones sociales y familiares”, explica Francisco Arias, Psiquiatra del Programa de Alcohol del Hospital 12 de Octubre, asesor técnico de CAARFE , miembro de la junta de Socidrogalcohol y editor asociado de la revista ’Adicciones’.
Las nuevas tecnologías o mejor las denominadas tecnologías de la información y comunicación (TICs) han revolucionado la forma de vida. La aparición fundamentalmente de Internet y el móvil ha cambiado la concepción previa a la aparición de estas de la forma de comunicación entre personas y el acceso y procesamiento de la información, además de ser la plataforma para otras múltiples aplicaciones como el juego y otras actividades de ocio, argumenta el psiquiatra.
Sin embargo, Arias opina que la adicción al juego o ludopatía va a tener una posibilidades enormes de crecer pero es más dudoso que la adicción específicamente a Internet o al móvil se constituyan como trastornos concretos en las clasificaciones psiquiátricas, aunque por supuesto haya que adaptarse a esos cambios producidos por su inmersión y tomar medidas preventivas para evitar un uso excesivo o inadecuado que ocasione un abandono de otras actividades de ocio.
Ángel Jiménez ha explicado que además de la preocupación por las nuevas tecnologías, la convención va a tratar otros temas como el consumo en jóvenes o la rehabilitación familiar y algunos aspectos médico-legales de las adicciones. “Pero además de esas conferencias, nuestra convención se caracteriza por la realización de talleres prácticos donde se pueden trabajar mejor ciertos aspectos. En esta ocasión los asistentes van a poder elegir entre cinco talleres técnicos sobre apuestas, desarrollo personal, trabajo emocional, habilidades para la vida tras la abstinencia, crecimiento erótico y yoga. La primera tarde también habrá talleres lúdicos para hacer abalorios y yoga y otros dirigidos a gente que trabaja en las asociaciones o bien como presidentes o bien haciendo acogidas a las personas que llegan de nuevas a la asociación”, ha matizado el presidente.
La familia no está excluida en todo este proceso, así lo ha argumentado Concepción Pérez, representante de los familiares en CAARFE: “Muchos enfermos llegan al proceso de rehabilitación empujados por sus familias: mujeres o maridos, hijos o hijas, hermanas o hermanos, padres o madres. Ellos son al mismo tiempo muchas veces la motivación al cambio”. La familia es el primer agente socializador del ser humano. Debe permitir el desarrollo biológico, psicológico y social del individuo, justo las tres vertientes en las que influye la enfermedad adictiva.
La familia sufre, por tanto, la enfermedad adictiva. Al igual que un fumador pasivo inhala el humo del que se fuma el cigarrillo, el familiar de una persona con problemas de adicción inhala las consecuencias de todo lo que provoca, se sobrecarga de responsabilidad y culpabilidad. Es por eso que cuando una persona inicia un proceso de rehabilitación, la familia debe también participar del mismo y no solo como apoyo o prevención de recaídas o comportamientos futuros en los hijos, sino porque ellos también son enfermos que necesitan curarse.