Muchas mujeres sufren un cáncer ginecológico antes de haber sido madres debido al progresivo retraso de la maternidad. Una nueva situación que aconseja una profunda revisión de los actuales criterios de la comunidad médica al tratar a pacientes con un cáncer ginecológico. Este tipo de cáncer afecta directamente a los órganos reproductores ubicados en la zona pélvica: útero, ovario, vagina y vulva y su incidencia representa hoy el 17% de todos los cánceres que afectan a mujeres, aproximadamente 115.000 casos nuevos en Europa en el año 2018.
Según el doctor Jan Tesarik, director de la Clínica MARGen de Granada, el 21% de estos cánceres son detectados en mujeres en edad reproductiva y el 75% de estas mujeres (entre 18 y 45 años) desean tener hijos. “La sobrevivencia de estas pacientes – señala Tesarik- ha aumentado considerablemente, gracias al diagnóstico precoz y métodos terapéuticos más eficientes. Al mismo tiempo, el retraso de la maternidad hace que cada vez sean más las mujeres que sufren un cáncer antes de se madres”.
El científico granadino forma parte de un equipo multinacional que ha publicado sus experiencias en el impacto del cáncer ginecológico en la calidad de vida de la mujeres afectadas en el último número de la revista Journal of Psychosomatic Obstetrics & Gynecology. El estudio señala que muchos tratamientos del cáncer ginecológico disminuyen o destruyen completamente la función reproductiva de la mujer, una pérdida que a menudo origina graves problemas psicológicos, empeoramiento de las relaciones sexuales (que puede llevar a una degradación general de la convivencia de la pareja), depresión, ansiedad, ira, problemas de relaciones interpersonales, pérdida de autoestima, trastornos del sueño y hasta pensamientos suicidas. La pérdida de un proyecto de vida, íntimamente asociada con la pérdida de la fertilidad es un factor que contribuye significadamente a todos estos problemas.
Según Tesarik, “no podemos afrontar la situación de las mujeres con cáncer ginecológico utilizando los modos de pensamiento del siglo pasado. Entonces sólo se pensaba en cómo salvar la vida de la paciente, hoy disponemos de métodos diagnósticos y terapéuticos que nos permiten individualizar el cuidado a la medida de cada paciente, tomando en cuenta diferentes aspectos de su vida sentimental, familiar, social y profesional. Este enfoque exige una colaboración entre varios especialistas, un oncólogo, un ginecólogo, un psicólogo y un especialista en medicina reproductiva”.
El doctor Tesarik indica que, en la mayoría de estas mujeres, es posible preservar su fertilidad mediante criopreservación (vitrificación) de sus óvulos o embriones para permitir la maternidad después de superar definitivamente la enfermedad. “El problema es que muchas pacientes no son informadas adecuadamente sobre esta posibilidad. La mejora del asesoramiento por un equipo médico multidisciplinar es un gran desafío que hay que afrontar. Este asesoramiento tiene que ser rápido y preciso para realizar la preservación de la fertilidad en una fase temprana de la enfermedad y elegir los esquemas terapéuticos menos invasivos, con el fin de proteger la reproducción posterior utilizando los óvulos y embriones criopreservados.”