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El Grupo de Trabajo de Nutrición de la Sociedad Española de Epidemiología analiza este informe y pide a la población  confiar en el poder preventivo de la nutrición frente a enfermedades

Los epidemiólogos recuerdan que siguen plenamente vigentes las recomendaciones de seguir un patrón dietético saludable como la Dieta Mediterránea, con un consumo reducido de carnes rojas y procesadas

Miércoles, 2 de octubre de 2019.- A partir de los resultados publicados el 30-09-2019 en cinco artículos de revisión en la revista Annals of Internal Medicine, los autores concluyen –como si fuese una nueva guía o recomendación alimentaria– que no hace falta preocuparse por el consumo de carnes rojas o procesadas. Según su interpretación, la evidencia científica sobre los riesgos para la salud de las carnes rojas y procesadas es insuficiente y de mala calidad. Incluyen tres meta-análisis y dos revisiones narrativas, que no aportan ningún dato que no fuese conocido previamente.

Desde el grupo de trabajo en Nutrición de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) queremos transmitir los múltiples errores que afectan a las conclusiones de los autores de estas publicaciones recientes:

En primer lugar, los resultados ahora publicados en Annals of Internal Medicine no son nuevos. En sus propias revisiones sistemáticas todas sus estimaciones encuentran que la reducción del consumo de carnes rojas o procesadas se asocia a menor mortalidad por todas las causas, menor mortalidad por enfermedad cardiovascular, menor mortalidad por cáncer y menor incidencia de diabetes, como se ha venido repitiendo una y otra vez por todos los especialistas en la materia. Nada cambia ahora, por tanto.

Resulta curioso que estos autores, a pesar de que sus resultados son consistentes con la evidencia previa, concluyan que los consumidores no se deben preocupar por sus hábitos de consumo de carnes rojas y procesadas, e incluso les invitan a continuar con ese consumo.

Parece que tan sorprendente conclusión se basa en los siguientes razonamientos de los autores, cuyas falacias son patentes:

1)     "Los efectos observados son pequeños".

Los efectos observados pueden parecer pequeños porque la unidad de exposición que los autores eligieron (disminución de 3 raciones de carne roja a la semana) es también pequeña. Si se estudiara el efecto de reducir 1 ración al día de carne roja o procesada (7 raciones a la semana) el resultado sería grande y no pequeño. Por otro lado, teniendo en cuenta las diferencias de riesgo presentadas en las tablas de los artículos por los propios autores, se puede hacer la estimación conservadora de que con solo reducir en 3 las raciones de carnes procesadas a la semana se evitarían al menos 5.500 muertes anuales en la población española de 40-80 años, si se asume que el 50% de esa población consume más de 3 veces a la semana carnes procesadas. Con esta cifra en la mano nadie puede discutir el gran impacto en salud pública que tiene la recomendación de disminuir el consumo de carne, que debe seguir vigente.

2) "La calidad de la evidencia es débil".

Los autores se basan en los criterios GRADE para valorar la calidad de los estudios. No obstante, los criterios GRADE fueron desarrollados para otros fines, en concreto para evaluar la evidencia de ensayos con fármacos, no para la dieta o el estilo de vida. Existen otros criterios para valorar exposiciones sobre dieta o estilos de vida, que típicamente, por sus características, no pueden ser evaluados por ensayos clínicos. Los criterios que deberían haber usado serían las normas HEALM, los criterios desarrollados por el Ministerio de Agricultura norteamericano o los criterios del Fondo Mundial para la investigación del cáncer, pero los autores de estos artículos no los usaron. 

Los epidemiólogos españoles valoramos el esforzado ejercicio académico de un reducido grupo de investigadores, publicado el 30 de septiembre de 2019 en Annals of Internal Medicine, en que recomiendan que cada persona mantenga su consumo habitual de carne roja y procesada. Sin embargo, antes de hacer esta recomendación estos investigadores deberían haber:

1.       Considerado todos los estudios disponibles: deberían haber usado también estudios de los mecanismos biológicos de la carne sobre la salud, del efecto nocivo de la carne roja y procesada sobre los factores de riesgo cardiovascular y, sobre todo, haber puesto el foco en los numerosos estudios epidemiológicos bien hechos que demuestran (como reconoce la inmensa mayoría de los científicos del mundo) que el consumo excesivo de carnes rojas y procesadas aumenta el riesgo de obesidad, de muchas enfermedades crónicas y de mortalidad total. Curiosamente, a pesar de la actual pandemia de obesidad, olvidan este problema

2.       Adoptado una perspectiva de salud pública: a partir de los propios datos de estos artículos de Annals Internal Medicine, hemos estimado que con solo reducir en 3 las raciones de carnes procesadas a la semana se evitarían al menos 5.500 muertes anuales en la población española de 40-80 años. Por tanto, el beneficio de reducir el consumo de carne procesada es enorme (el doble que evitar todas las muertes por accidente de tráfico).

3.       Tenido en cuenta simultáneamente la salud de la gente y la salud del planeta. Una semana después de la cumbre del clima en nueva York, no puede olvidarse el enorme impacto negativo de la producción de carne, especialmente roja, sobre el medio ambiente. Por ello, reducir el consumo de carne mejorará nuestra salud, la sostenibilidad de nuestro planeta para beneficio no solo de la humanidad actual sino también de las generaciones futuras.

4.       Tenido en cuenta lo importante, que es el patrón completo de la dieta y no un solo alimento concreto: Sabemos que la salud de la gente depende sobre todo de la calidad global de su dieta y no solo de unos pocos alimentos. Por ello, afortunadamente, este trabajo no cuestiona los beneficios de la dieta mediterránea, demostrados en infinidad de estudios de alta calidad, liderados además por investigadores españoles. Es nuestra dieta tradicional, una forma saludable y culturalmente arraigada de comer, donde predominan las frutas y verduras, los cereales integrales, y las fuentes saludables de proteínas, pero donde las carnes rojas y procesadas se consumen solo esporádicamente y en pequeñas cantidades. 

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El Grupo de Trabajo de Nutrición de la Sociedad Española de Epidemiología analiza este informe y pide a la población  confiar en el poder preventivo de la nutrición frente a enfermedades

Los epidemiólogos recuerdan que siguen plenamente vigentes las recomendaciones de seguir un patrón dietético saludable como la Dieta Mediterránea, con un consumo reducido de carnes rojas y procesadas

Miércoles, 2 de octubre de 2019.- A partir de los resultados publicados el 30-09-2019 en cinco artículos de revisión en la revista Annals of Internal Medicine, los autores concluyen –como si fuese una nueva guía o recomendación alimentaria– que no hace falta preocuparse por el consumo de carnes rojas o procesadas. Según su interpretación, la evidencia científica sobre los riesgos para la salud de las carnes rojas y procesadas es insuficiente y de mala calidad. Incluyen tres meta-análisis y dos revisiones narrativas, que no aportan ningún dato que no fuese conocido previamente.

Desde el grupo de trabajo en Nutrición de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) queremos transmitir los múltiples errores que afectan a las conclusiones de los autores de estas publicaciones recientes:

En primer lugar, los resultados ahora publicados en Annals of Internal Medicine no son nuevos. En sus propias revisiones sistemáticas todas sus estimaciones encuentran que la reducción del consumo de carnes rojas o procesadas se asocia a menor mortalidad por todas las causas, menor mortalidad por enfermedad cardiovascular, menor mortalidad por cáncer y menor incidencia de diabetes, como se ha venido repitiendo una y otra vez por todos los especialistas en la materia. Nada cambia ahora, por tanto.

Resulta curioso que estos autores, a pesar de que sus resultados son consistentes con la evidencia previa, concluyan que los consumidores no se deben preocupar por sus hábitos de consumo de carnes rojas y procesadas, e incluso les invitan a continuar con ese consumo.

Parece que tan sorprendente conclusión se basa en los siguientes razonamientos de los autores, cuyas falacias son patentes:

1)     "Los efectos observados son pequeños".

Los efectos observados pueden parecer pequeños porque la unidad de exposición que los autores eligieron (disminución de 3 raciones de carne roja a la semana) es también pequeña. Si se estudiara el efecto de reducir 1 ración al día de carne roja o procesada (7 raciones a la semana) el resultado sería grande y no pequeño. Por otro lado, teniendo en cuenta las diferencias de riesgo presentadas en las tablas de los artículos por los propios autores, se puede hacer la estimación conservadora de que con solo reducir en 3 las raciones de carnes procesadas a la semana se evitarían al menos 5.500 muertes anuales en la población española de 40-80 años, si se asume que el 50% de esa población consume más de 3 veces a la semana carnes procesadas. Con esta cifra en la mano nadie puede discutir el gran impacto en salud pública que tiene la recomendación de disminuir el consumo de carne, que debe seguir vigente.

2)     "La calidad de la evidencia es débil".

Los autores se basan en los criterios GRADE para valorar la calidad de los estudios. No obstante, los criterios GRADE fueron desarrollados para otros fines, en concreto para evaluar la evidencia de ensayos con fármacos, no para la dieta o el estilo de vida. Existen otros criterios para valorar exposiciones sobre dieta o estilos de vida, que típicamente, por sus características, no pueden ser evaluados por ensayos clínicos. Los criterios que deberían haber usado serían las normas HEALM, los criterios desarrollados por el Ministerio de Agricultura norteamericano o los criterios del Fondo Mundial para la investigación del cáncer, pero los autores de estos artículos no los usaron. 
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