Se estima que la enfermedad de Parkinson afecta a unas 160.000 personas en España, unas 5.500 en Canarias, de las cuales el 37% padece la enfermedad en estado avanzado[i]. Debido a la pandemia por COVID-19, que ha supuesto un confinamiento, cambio de rutinas y una reducción de las actividades físicas, entre otras medidas, la sintomatología de estos pacientes se ha visto agravada. “La pandemia y el confinamiento requiere de una adaptabilidad flexible a las nuevas circunstancias. La marcada reducción de las actividades físicas provoca que las personas dejen de caminar regularmente o de acudir al gimnasio, y esto puede conducir a un empeoramiento de síntomas motores (aumento del temblor, discinesias, dificultad para caminar) y, en consecuencia, al empeoramiento también de síntomas no motores como el insomnio, estreñimiento, ansiedad y depresión”, explica el doctor José Matías Arbelo González, jefe de la Unidad de Parkinson y Trastornos del Movimiento. Hospitales Universitarios San Roque Las Palmas de G.C.
“Por otro lado, la situación de aislamiento también afecta al estado cognitivo y de la conducta de los afectados, la cual empeora al dejar de hacer ejercicios de estimulación de la memoria y entrar en un estado de apatía o de cambios neuropsicológicos”, concreta el doctor.
Asimismo, añade que respecto al COVID-19 el paciente con la enfermedad de Parkinson puede tener un riesgo mayor de sufrir la infección. “En general la evidencia indica que las personas mayores, con comorbilidades especialmente de tipo hipertensión arterial, diabetes mellitus, enfermedad renal y cardiovascular, tienen mayor riesgo de sufrir infección por COVID 19 y más difícil la recuperación. Los pacientes con enfermedad de Parkinson entran en esta categoría de alto riesgo. Pero es cierto, y esto lo hemos aprendido recientemente, que pueden tener un riesgo mayor tras haberse observado un mayor tropismo neuronal del virus SARS-COV-2. Se ha informado de síntomas neurológicos que pueden ser consecuencia de secuelas en pacientes con COVID 19, pero también podría ser debido a una relación directa de afectación cerebral a través de terminales nerviosas intranasal que se propagan al cerebro, es un hecho demostrado la detección de anticuerpos anti- COV en el LCR de pacientes con párkinson. Todo esto justifica mayor necesidad de investigación sobre vulnerabilidad de pacientes con EP y SAR-COV-2”.
Por otra parte, “hay que considerar que la enfermedad de Parkinson es más común en los mayores y se puede comprometer el sistema respiratorio como ya es conocido, sobre todo en las fases avanzadas de la enfermedad, así que el párkinson puede ser también un factor de riesgo para complicaciones respiratorias más graves después de una infección COVID-19”, declara el doctor.
Respecto a las consultas y seguimiento de los pacientes, en Canarias, como en toda España, las consultas programadas con el servicio de neurología y del resto de las especialidades fueron suspendidas en todos los Hospitales tanto públicos como privados, con el objetivo de minimizar riesgos de contagio, pero actualmente se está tratando de volver progresivamente a la normalidad y poder retomar las consultas. “Lo más recomendable, en el caso de los pacientes de párkinson, es que el paciente o familiar pueda tener alguna forma de acceso directo con el neurólogo que puede ser por vía telefónica o por internet para acordar una cita, pero no debería acudir directamente a Urgencias, aunque sí podría ser necesario el ingreso hospitalario si lo decide directamente el neurólogo”, concreta el doctor Jose Matías Arbelo.
Mientras se llega a una situación de normalidad, se han estado desarrollando otros formatos de consulta: consultas telefónicas, videollamadas y la telemedicina. “Hemos de aprovechar la oportunidad para implementar esta forma de consulta cuando las circunstancias lo puedan permitir. Pienso que puede cambiar significativamente el rol de la atención de nuestros pacientes con enfermedad de Parkinson hacia una mejor adaptabilidad de las consultas y evaluaciones por telemedicina cuando los pacientes no puedan acudir presencialmente y también lo veo como una oportunidad para humanizar y estrechar las relaciones médico-paciente-cuidadores”.
Ante esta situación, el experto destaca la importancia de desarrollar junto a los cuidadores/as y en la medida de lo posible, estrategias de autocontrol que puedan implementar un beneficio clínico junto al tratamiento médico, protegerse de los efectos perjudiciales del estrés y mantener un estado positivo ante la adversidad, evitando el riesgo del aislamiento social.
[i] Pringsheim T, et al, The prevalence of Parkinson´s Disease: A systematic review and meta-analysis. Mov Disord 2014; 29: 1583-90
Se estima que la enfermedad de Parkinson afecta a unas 160.000 personas en España, unas 5.500 en Canarias, de las cuales el 37% padece la enfermedad en estado avanzado[i]. Debido a la pandemia por COVID-19, que ha supuesto un confinamiento, cambio de rutinas y una reducción de las actividades físicas, entre otras medidas, la sintomatología de estos pacientes se ha visto agravada. “La pandemia y el confinamiento requiere de una adaptabilidad flexible a las nuevas circunstancias. La marcada reducción de las actividades físicas provoca que las personas dejen de caminar regularmente o de acudir al gimnasio, y esto puede conducir a un empeoramiento de síntomas motores (aumento del temblor, discinesias, dificultad para caminar) y, en consecuencia, al empeoramiento también de síntomas no motores como el insomnio, estreñimiento, ansiedad y depresión”, explica el doctor José Matías Arbelo González, jefe de la Unidad de Parkinson y Trastornos del Movimiento. Hospitales Universitarios San Roque Las Palmas de G.C.
“Por otro lado, la situación de aislamiento también afecta al estado cognitivo y de la conducta de los afectados, la cual empeora al dejar de hacer ejercicios de estimulación de la memoria y entrar en un estado de apatía o de cambios neuropsicológicos”, concreta el doctor.
Asimismo, añade que respecto al COVID-19 el paciente con la enfermedad de Parkinson puede tener un riesgo mayor de sufrir la infección. “En general la evidencia indica que las personas mayores, con comorbilidades especialmente de tipo hipertensión arterial, diabetes mellitus, enfermedad renal y cardiovascular, tienen mayor riesgo de sufrir infección por COVID 19 y más difícil la recuperación. Los pacientes con enfermedad de Parkinson entran en esta categoría de alto riesgo. Pero es cierto, y esto lo hemos aprendido recientemente, que pueden tener un riesgo mayor tras haberse observado un mayor tropismo neuronal del virus SARS-COV-2. Se ha informado de síntomas neurológicos que pueden ser consecuencia de secuelas en pacientes con COVID 19, pero también podría ser debido a una relación directa de afectación cerebral a través de terminales nerviosas intranasal que se propagan al cerebro, es un hecho demostrado la detección de anticuerpos anti- COV en el LCR de pacientes con párkinson. Todo esto justifica mayor necesidad de investigación sobre vulnerabilidad de pacientes con EP y SAR-COV-2”.
Por otra parte, “hay que considerar que la enfermedad de Parkinson es más común en los mayores y se puede comprometer el sistema respiratorio como ya es conocido, sobre todo en las fases avanzadas de la enfermedad, así que el párkinson puede ser también un factor de riesgo para complicaciones respiratorias más graves después de una infección COVID-19”, declara el doctor.
Respecto a las consultas y seguimiento de los pacientes, en Canarias, como en toda España, las consultas programadas con el servicio de neurología y del resto de las especialidades fueron suspendidas en todos los Hospitales tanto públicos como privados, con el objetivo de minimizar riesgos de contagio, pero actualmente se está tratando de volver progresivamente a la normalidad y poder retomar las consultas. “Lo más recomendable, en el caso de los pacientes de párkinson, es que el paciente o familiar pueda tener alguna forma de acceso directo con el neurólogo que puede ser por vía telefónica o por internet para acordar una cita, pero no debería acudir directamente a Urgencias, aunque sí podría ser necesario el ingreso hospitalario si lo decide directamente el neurólogo”, concreta el doctor Jose Matías Arbelo.
Mientras se llega a una situación de normalidad, se han estado desarrollando otros formatos de consulta: consultas telefónicas, videollamadas y la telemedicina. “Hemos de aprovechar la oportunidad para implementar esta forma de consulta cuando las circunstancias lo puedan permitir. Pienso que puede cambiar significativamente el rol de la atención de nuestros pacientes con enfermedad de Parkinson hacia una mejor adaptabilidad de las consultas y evaluaciones por telemedicina cuando los pacientes no puedan acudir presencialmente y también lo veo como una oportunidad para humanizar y estrechar las relaciones médico-paciente-cuidadores”.
Ante esta situación, el experto destaca la importancia de desarrollar junto a los cuidadores/as y en la medida de lo posible, estrategias de autocontrol que puedan implementar un beneficio clínico junto al tratamiento médico, protegerse de los efectos perjudiciales del estrés y mantener un estado positivo ante la adversidad, evitando el riesgo del aislamiento social.
[i] Pringsheim T, et al, The prevalence of Parkinson´s Disease: A systematic review and meta-analysis. Mov Disord 2014; 29: 1583-90