- Los españoles pasaron durante el confinamiento el 47% de su tiempo conectados a Internet (79 horas semanales), lo que supuso un incremento del 7% respecto a una semana normal previa a la pandemia.
- Los riesgos derivados del exceso de conexión tecnológica propiciado por el trabajo pueden generar “mayor estrés, carga mental o sobreimplicación”; mientras que su uso excesivo a nivel personal “puede deteriorar nuestras relaciones sociales y familiares”.
- Las vacaciones de verano son un momento “idóneo” para desconectar de la tecnología y aprovechar ese tiempo libre que nos dejan las pantallas para “explorar otras formas de ocio, descubrir nuevas actividades placenteras y relacionarnos con la gente cara a cara”.
Madrid, 28 de julio de 2020- Según datos de un informe de Nielsen Global Media hecho público a principios de mayo, los españoles pasaron durante el confinamiento el 47% de su tiempo conectados a Internet (79 horas semanales), lo que supuso un incremento del 7% respecto a una semana normal previa a la pandemia. Trabajo, educación online y las plataformas de vídeo bajo demanda coparon gran parte de ese tiempo y lo han seguido copando tras la llegada de la “nueva normalidad”.
“Además de riesgos físicos a nivel visual o muscular, este exceso de tiempo ante las pantallas y de hiperconectividad genera riesgos de carácter psicosocial”, explica Paola Fernández Catalina, coordinadora del centro de día y equipo de apoyo del CRPS de Vallecas, centro perteneciente a la Línea de Rehabilitación Psicosocial (LRHP) de Hermanas Hospitalarias e integrado dentro de la Red Pública de Atención Social a personas con Trastorno mental grave de la Consejería de Política Social, Familia, Igualdad y Natalidad de la Comunidad de Madrid.
Entre esos riesgos, la experta señala los derivados del exceso de conexión tecnológica propiciado por el trabajo, “en cuyo caso puede generar mayor estrés, carga mental o sobreimplicación”; y los generados por el uso excesivo en el ámbito personal, que puede derivar “en un deterioro de las relaciones sociales y familiares, reducir el espectro de actividades de ocio e, incluso, llegar a convertirse en una adicción similar a la generada por sustancias como el alcohol o las drogas”.
Para Fernández Catalina, las vacaciones de verano son un momento “idóneo” para desconectar de la tecnología y aprovechar ese tiempo libre que nos dejan las pantallas para “explorar otras formas de ocio, descubrir nuevas actividades placenteras y relacionarnos con la gente cara a cara”. Al respecto, la psicóloga y coordinadora del Centro de día y el equipo de apoyo de Vallecas de las Hermanas Hospitalarias señala que las vacaciones estivales nos brindan una oportunidad “para aprender a centrarnos en el aquí y ahora y poner todos nuestros sentidos en la actividad que estemos realizando en cada momento”.
Para ello, la portavoz de la LRHP considera que “puede ser útil” aprender a desprendernos de los aparatos tecnológicos e intentar no llevarlos siempre encima. “Es muy importante experimentar la sensación de tener momentos en el día en los que no tengamos acceso a estas herramientas para, de esa forma, desarrollar nuestra creatividad para entretenernos de forma alternativa”, señala antes de añadir que en este proceso de desconexión “puede ser de gran ayuda compartir el reto con los familiares”.
Los beneficios de esta “dieta detox” digital, según Fernández Catalina, los notaremos a nivel físico, pero sobre todo psicológico: “veremos reducida la fatiga, la carga mental y el estrés, lo que nos facilitará recargar energía para la vuelta al trabajo, un momento en el que la restricción del uso de la tecnología se vuelve una quimera”.
Adicción a las nuevas tecnologías
Según datos del Ministerio de Sanidad, casi uno de cada cinco jóvenes de entre 14-18 años realiza un uso abusivo de las nuevas tecnologías. El dato va en aumento y la problemática afecta también a otros rangos de edad que van más allá de la adolescencia. “Cualquier persona sobreexpuesta al uso de las nuevas tecnologías es vulnerable. No obstante, la población infantil y adolescente, cuyo repertorio de habilidades y competencias personales está en desarrollo, es un grupo a tener especialmente en cuenta para que no empleen estas herramientas como una vía de evitación y escape de aquellas experiencias vitales que tienen que superar por si mismos”, explica Paola Fernández Catalina.
Precisamente ese momento en el que el uso de la tecnología “cumple una función sustitutiva” para afrontar situaciones de la vida diaria que de otra manera no somos capaces de resolver, es uno de los marcadores que indicarían que el uso de la tecnología empieza a ser problemático. Otro, según la experta, es la incapacidad para desprendernos de los dispositivos tecnológicos, cuya presencia interfiere en áreas vitales como los horarios de sueño, las comidas, las rutinas, la actividad social o el desempeño laboral.
“Puede ser interesante ponernos la prueba de pasar un día sin móvil y plantearnos si seríamos capaces de superarlo. En aquellos casos en los que el simple hecho de pensar en este desprendimiento pueda generarnos ansiedad, esto puede ser por sí mismo un indicador para empezar a tomar medidas y protegernos de una posible adicción”, afirma la experta que, llegado ese extremo, recomienda “pedir ayuda profesional” para en el caso de ser necesario iniciar el tratamiento para superar la adicción.