Las parejas LGTB podrán tener hijos con su propia información genética en un futuro no muy lejano, gracias al desarrollo de técnicas que permitirán alcanzar embriones humanos utilizando las células madre de los progenitores.
El desarrollo de estas técnicas fue iniciado a finales de los años 1990 por un equipo liderado por el doctor Jan Tesarik, director de la Clínica MARGen de Granada, que en 2001 logró la formación de los primeros embriones humanos utilizando el material genético propio de los padres, extraído de las células adultas (ni espermatozoides ni óvulos). La publicación de este estudio, en el año 2001 en la revista Reproductive Biomedicine Online, marcó un punto de inflexión en la apreciación de la importancia de los espermatozoides y de los óvulos en el proceso de reproducción humana.
Los trabajos realizados por el equipo de Tesarik han alcanzado la formación de óvulos y embriones humanos a partir del material genético derivado de las células somáticas de las pacientes. Sin embargo, la frecuencia de anomalías cromosómicas en los embriones fue demasiado alta para aplicar la técnica en los tratamientos clínicos. “Una alternativa prometedora utilizando nuestra técnica – indica Tesarik- es el uso de las células madre (dediferenciadas), derivadas de las células extraídas de personas adultas, en lugar de las células adultas diferenciadas”.
Según el doctor Tesarik, “el uso de las células madre como fuente de la contribución genética parental al futuro embrión hará posible “borrar” la memoria epigenética de las células utilizadas, de manera que estas células se “olvidarán” por completo si proceden de una mujer o de un hombre. El paso siguiente será de reprogramar estas células para actuar como de origen femenino o masculino, según lo deseado. De esta manera, nos estamos acercando a la posibilidad de permitir a 2 personas del mismo sexo de ser padres genéticos de su futuro hijo o hija.”
La procreación con células madre provenientes de dos individuos del mismo sexo (2 hembras o 2 machos) ya fue alcanzada en los ratones. Hacer lo mismo en los humanos es una tarea mucho más complicada, debido a las diferencias entre los mecanismos de gametogénesis y embriogénesis entre los roedores y los primates, “pero no imposible”, concluye Tesarik.