La pandemia de COVID-19 plantea la necesidad de replanificar y reevaluar los programas estructurados de educación terapéutica
- Solo la mitad de personas con diabetes en España, y únicamente una cuarta parte de familiares y cuidadores, tienen acceso a programas estructurados de educación terapéutica
- La SED ha editado una guía de programas educativos estructurados dirigidos a diferentes subgrupos de personas con diabetes y familiares
Domingo, 21 de junio.- Una educación terapéutica estructurada, planificada, flexible y personalizada es clave para un mejor control metabólico de calidad de vida de las personas con diabetes. Sin embargo, aún subsisten importantes carencias en nuestro país en la implementación de este tipo de recursos. La Sociedad Española de Diabetes(SED), y su grupo de trabajo de Educación Terapéutica (GTET), ha editado una guía de programas educativos estructurados dirigidos a diferentes subgrupos de personas con diabetes y familiares, en los que se recogen los estándares de calidad del National Institute for Health and Care Excellence (NICE).
El objetivo es impulsar la puesta en marcha y evaluación de los programas estructurados de educación terapéutica dirigidos a las personas con diabetes, familiares y cuidadores como una estrategia de mejora continua de la calidad. Sobre este aspecto se centra un encuentro que tiene lugar en el marco del congreso virtual que está celebrando la Sociedad Española de Diabetes (SED), donde Margarida Jansà, enfermera profesora del Máster Bases para la Atención y Educación de las personas con Diabetes (UB), llamará la atención sobre las lagunas que subsisten aún en España en este ámbito y sobre “la eficacia y rentabilidad demostrada de los programas de educación terapéutica para promover y facilitar la autogestión del tratamiento, mejorar los conocimientos, las habilidades y la motivación de los pacientes, favoreciendo mejores resultados de control, conductuales y psicosociales”.
Margen para la mejora
Sin embargo, como demostró el estudio DAWN2, en España menos de un 50% de los pacientes (sobre todo con diabetes tipo 2), y menos de un 25% de familias y cuidadores, habían accedido a una educación estructurada. Probablemente, como aclara Jansà, “en estos últimos años estos porcentajes hayan mejorado, aunque la evaluación con instrumentos validados previos y posteriores a la realización de un programa educativo estructurado sigue siendo una asignatura pendiente en la gran mayoría de centros”. Generalmente, como continúa explicando la experta del GTET, “se evalúan resultados clínicos, pero no se analiza forma estandarizada cómo influye el programa sobre el grado de adherencia a las conductas de autogestión del tratamiento, las competencias educativas adquiridas y la calidad de vida percibida”.
Por lo tanto, se advierte un importante margen de mejora en este ámbito que debe fundamentarse en fomentar la accesibilidad y en la optimización de la planificación. “Educar sin planificar es como construir una casa sin plano o escribir una novela sin borrador”, asegura la Dra. Jansà, para quien “no cabe duda que planificar mejora la calidad educativa, porque ayuda a orientar al profesional educador/a y a trabajar en equipo de manera coordinada, aprovechando al máximo los recursos y el tiempo”.
Teniendo como base esta planificación, a juicio de Margarida Jansà, el progreso en la educación en diabetes debe sustentarse en tres pilares: 1) la formación de los profesionales; 2) la oferta de plazas perfiladas de enfermería de práctica avanzada, dietistas…para las Unidades Especializadas y para los referentes de Atención Primaria; 3) y la coordinación entre los Servicios de Endocrinología y la Atención Primaria para la implementación de los programas estructurados que aseguren la continuidad asistencial.
Hacia la excelencia en los cuidados
El fin último es disponer de programas educativos que incluyan estándares de calidad referidos a la estructura, el proceso que sigue el paciente/la familia y la evaluación de resultados. Esto, opina Jansà, “nos aporta el marco de la educación terapéutica centrada en la persona, que nada tiene que ver con algo rígido”.
En este sentido, las guías NICE aportan un modelo de referencia. Esta institución asienta la educación estructurada en un programa planificado y progresivo, coherente con los objetivos, flexible en los contenidos, que cubre las necesidades clínicas y psicológicas individuales, que se adapta al nivel y contexto cultural de las personas a las que va dirigido. En concreto, determinan cinco requisitos esenciales que deben cubrir los programas de educación estructurados:
- Deben tener una filosofía, han de estar basados en la evidencia y se han de adaptar a las necesidades de la persona
- Deben contemplar objetivos específicos de aprendizaje que favorezcan las conductas de autogestión, las creencias, los conocimientos, las habilidades y actitudes del paciente, familia y cuidadores
- Han de estar disponibles por escrito y tener una planificación estructurada, basada en la evidencia y en los recursos humanos y materiales disponibles
- Deben estar impartidos por educadores formados y capacitados
- Deben garantizar su calidad y tienen que evaluar los resultados
Oportunidades de la pandemia de coronavirus
La exigencia de contar con programas educativos estructurados en diabetes cobra actualmente una nueva dimensión. Y es que, como señala Margarida Jansà, “las necesidades de las personas con diabetes familiares y cuidadores son las mismas, pero el contexto ha cambiado radicalmente con la COVID-19”.
La pandemia de coronavirus acarrea indirectamente la necesidad de replanificar y reevaluar los programas educativos para la autogestión del tratamiento por la necesidad de integrar en los mismos un mayor porcentaje de comunicación individual y/o grupal vía telemática. “Contamos con evidencia sólida sobre la eficacia de diferentes estrategias educativas, tanto presenciales como telemáticas, lo que podría favorecer una mayor accesibilidad a los programas educativos”, subraya la experta de la SED.
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