El periodismo sanitario antes de la pandemia no estaba atravesando su mejor momento. La crisis sanitaria vivida ha puesto de manifiesto su importancia, devolviéndolo a un lugar preeminente.
Sergio Alonso, adjunto al director de La Razón y director del suplemento A tu salud, espera que se pueda aprovechar este empujón recibido y no cometer errores del pasado. Con él hemos hablado también de cómo ha visto toda la gestión informativa de esta pandemia, mostrándose muy crítico con el papel de las fuentes oficiales y reconociendo que el teletrabajo ha llegado para quedarse.
- ¿Cuándo empezaste a darte cuenta de que la covid-19 podía ser importante?
- Me acuerdo de un fin de semana, a finales de febrero, en el que estaba librando, cuando me avisaron de lo que estaba empezando a pasar en los hospitales, de que les estaban llegando pacientes en bastante mal estado, con una enfermedad que no se conocía muy bien y ante la que no sabían qué hacer. En esos momentos, yo estaba más volcado en la sección de Economía de La Razón, aunque llevaba el suplemento de salud, y me tuve que poner el disfraz de periodista sanitario y ponerme a levantar noticias otra vez. A partir de ahí, fue un verdadero torbellino. Te puedo decir que he estado desde aquella fecha hasta finales de junio sin parar. Más de cuatro meses sin librar ningún día y con una media de trabajo desde las ocho de la mañana hasta las diez u once de la noche, dependiendo del día.
- ¿Fue la vocación de informar sobre una grave situación sanitaria lo que te motivó a este gran esfuerzo?
- Lo acabas de describir tú. Ya no era que desde la empresa te lo impusieran, es que era por vocación. Tú no podías interrumpir el trabajo. Ocurrían noticias todos los días: políticas, profesionales, científicas, españolas, internacionales… Había que ver multitud de documentos, analizar cantidad de datos, hablar con muchísima gente, asistir a ruedas de prensa… era un sinvivir. Y todo por una cuestión de vocación, no porque las empresas, al menos en mi caso, se volvieran amorales y decidieran convertir a sus trabajadores en esclavos. Era un momento en el que nos tocaba dar el cayo a los que sabíamos de sanidad, y para mi desgracia el que más sabía de sanidad en mi periódico era yo. Fue verdaderamente duro, muy apasionante, eso sí, pero duro.
- ¿Hubo algún momento en especial que consideres que fue un punto de inflexión, informativamente hablando, de esta pandemia, para ti?
- Yo lo tuve en el momento en que me llamó un amigo mío que es médico intensivista y me dijo que había un problema. Luego otro amigo, que trabaja en urgencias, me llamó para decirme que los hospitales se iban a tener que transformar en hospitales de campaña. Eso era algo a lo que no dabas crédito, porque esto sucedió a finales de febrero, cuando las autoridades todavía no estaban avisando de lo que podría ocurrir. Me acuerdo, además, de que, en una de las conversaciones con mi amigo intensivista, me dijo que iban a tener que aplicarse triajes. Ahí fue cuando saltaron las grandes alarmas, porque hasta ese momento la pandemia se contemplaba como algo lejano que estaba ocurriendo en China o Italia, pero que a España no iba a llegar. En esto influyó mucho el mensaje de las autoridades sanitarias, que fue verdaderamente nefasto, en nuestro país.
- ¿En algún momento te planteaste no contar alguna información por temor a poder generar alarma entre la población general?
- Yo soy de los que piensan que ya no estamos en el franquismo y que no hay ni un único periódico, ni una única radio, en nuestro país. Si no lo termina contando uno, lo va a terminar contando otro. Por lo tanto, soy de los que creen que hay que contar las cosas como son, aunque generes alarma. El dilema que me planteas yo no lo he tenido, y en general he sido partidario de publicar la verdad, porque no puedes ocultarla para no causar alarma. Ahora bien, sí que me pensé mucho el tema de los triajes, el tener que seleccionar a pacientes porque no había recursos suficientes en las UCI para atender a todos los enfermos graves. Yo fui el primero que habló de esos triajes, pero sí utilicé un lenguaje muy edulcorado en la primera información, tratando de amortiguarlo, porque me pareció un escándalo lo que significaba, que muchos pacientes tuvieran que ser malatendidos fuera de las UCI porque no había respiradores ni intensivistas ni anestesistas suficientes para poder atenderlos a todos. Eso precipitó la muerte de miles de personas.
- Durante los primeros compases de la pandemia, sobre todo también hubo falta de datos fiables. ¿Cómo te manejaste en aquellos momentos?
- Es un ejemplo más, el tema de los datos, de las deficiencias estructurales del sistema nacional de salud. No había datos actualizados en tiempo real. El Ministerio de Sanidad tuvo un problema muy gordo, además, en enero, que puede en parte explicar esto. Ya era un ministerio con un personal un poco justo, pero en enero de 2020 se decidió, por parte del gobierno, trocearlo en tres, creando el Ministerio de Consumo, de Alberto Garzón, y el de Derechos Sociales, que entonces llevaba Pablo Iglesias. Hubo entonces que transferir funcionarios para esos dos departamentos, y esto nos dejó un ministerio muy capito disminuido en el mes de enero, a las puertas de la pandemia. ¿Cómo afrontamos la falta de datos? En principio, a ciegas. Yo me guiada mucho por mis fuentes de médicos intensivistas, que me decían la situación real en cada hospital. Y un hospital de tamaño medio y grande es muy indicativo de lo que ocurre en todo el país, siendo un buen medidor a la hora de suplir la falta de datos. Pero lo tenías que hacer de manera intuitiva, porque no podías hacerlo de forma científica.
- También hubo, al principio, mucha falta de información acerca de cómo funcionaba el virus. ¿Eso fue difícil de gestionar también?
- Es cierto que en un primer momento hubo mucha incertidumbre, porque nadie sabía si era una neumonía, si sería una gripe suave o grave, qué tipo de coronavirus era, cómo podía actuar… Y luego vino una verdadera avalancha de publicaciones científicas y de opiniones de médicos en internet que se contradecían. Productos y medicamentos que en principio eran buenos, luego dejaban de serlo. El periodista sanitario al final se convertía en el médico del periódico o del medio de comunicación, todo el mundo te informaba de cosas nuevas que habían visto y no dabas abasto para comprobar la veracidad de todo. Te tenías que fiar, muchas veces, de publicaciones en revistas científicas de peso, como The Lancet o The New England Journal of Medicine. Pero incluso hubo contradicciones en esas revistas. Era muy difícil manejar toda esa avalancha de información científica. Además, estamos hablando de un virus del que todavía no se sabe todo, a pesar de que ya pasó más de un año.
- La gente, durante esta pandemia, ¿estuvo más interesada en consumir información sanitaria?
- Se notó un pico, sobre todo durante el confinamiento, en los temas de salud en internet. Yo he sido durante cincos meses la persona más leída de todos los redactores que hay, y además con gran diferencia con el resto de los compañeros. La gente estaba ávida de saber, de conocer. Fuimos muy leídos y hubo muchísimas llamadas y correos al periódico de todo tipo de gente, desde lectores hasta médicos, que también querían aparecer.
- ¿La pandemia cambió la forma de trabajar de los periodistas?
- Lo cambió absolutamente todo. Desde aquel febrero, yo ya avisé en el periódico de que iban a morir miles de personas. Hubo compañeros que se reían y ahora me lo recuerdan. Desgraciadamente, ocurrió lo que avisé. Pero me hicieron caso desde la empresa y se ordenó a la gente que empezara a teletrabajar. Entonces el teletrabajo fue acogido con alegría, al principio, porque no tenías que ir al periódico, no perdías tiempo, no había que ir a reuniones presenciales… te quedabas en casa y te sentías seguro. Yo creo que el teletrabajo ha venido para quedarse, pero que machaca a los periodistas que lo practicamos. Te levantas y empiezas a trabajar, porque no tienes otra cosa que hacer. Y así acabas con jornadas maratonianas, de empezar a las ocho de la mañana y no parar hasta las once de la noche. Además, no pierdes el tiempo, porque estás en casa siempre con un ordenador delante. Con tan solo un teléfono, te pones a llamar, te pones a escribir en internet o en el papel. Fue muy duro y hubo que cambiar la mentalidad de trabajo. Hubo que hacer reuniones por videoconferencia, telemaquetar, pedir gráficos a distancia… Eso es más lento que hacerlo físicamente, pero, lo que es el trabajo puro y duro de escribir, para el periodista creo que ha sido más fácil. Aunque ya digo que desde un punto de vista laboral las condiciones son mucho peores.
- ¿Hubo que adaptarse a muchas novedades tecnológicas?
- Sí que hubo que aprender sobre la marcha. Yo, por lo menos, no tenía ni idea de lo que era el Zoom, en aquel momento. Siempre he sido de la vieja escuela, de estar en la redacción como un perro. Y de ver a la gente en persona, no hablar por una videoconferencia. Soy de los que tienen que conocer a la persona para poder fiarme de ella, fiarme de la fuente. Entonces sí, hubo que hacer un cambio radical, en este sentido.
- El confinamiento obligó a trabajar desde casa y se perdió el contacto con otros compañeros de la redacción. ¿Eso supuso algún problema?
- Es otra forma de trabajo, es cierto. Siempre que tienes un compañero al lado, hablas con él de lo que estás haciendo y te puede orientar e intercambias información. En tu casa estás encerrado y al final de alejas un poco de la realidad. Tienes que escribir muchas veces a partir de tu percepción de lo que está ocurriendo, aunque intentes documentarlo con opiniones de gente. Pero no es lo mismo. Yo creo que el periodista tiene que estar en la calle, aunque ya digo que el teletrabajo ha venido para quedarse.
- ¿También han venido para quedarse las ruedas de prensa virtuales?
- Pues, desgraciadamente, yo creo que sí, aunque luego se terminarán por hacer físicas, cuando todo esto termine. La gente quiere salir. Lo que sí habrá son más encuentros virtuales. Antes ibas, por ejemplo, al laboratorio para hablar con su presidente. Ahora, por cuestión de tiempo, seguramente este tipo de encuentros o cuestiones serán virtuales, aunque creo que la vuelta a la presencialidad se va a producir.
- ¿De qué manera valorarías la información que llegó desde las fuentes científicas y la que lo hizo desde las fuentes administrativas?
- Desde el punto de vista científico, la cautela ha sido el principio básico. Lo que contaban los clínicos era la verdad de lo que ocurría y, por lo tanto, como fuente informativa era lo que era. No ocultaban información, o a mí por lo menos no me la han ocultado los clínicos que conozco. Me decían lo que estaba pasando en cada momento, aunque eso pudiera perjudicar a su hospital. Desde el punto de vista científico puro y duro, también la cautela ha sido máxima. Ha habido pocos científicos serios que hayan metido el cuezo con esto. Han sido cautos y prudentes. Ahora sí, yo critico duramente la información vertida por los canales oficiales, porque ha sido contradictoria, caótica y oscurantistas. Y no es una cuestión de partidos ni de ideologías. Tú no puedes pedir una información a un gabinete de comunicación oficial y que este te diga que mandes un correo para contestarte a los tres días, si lo hacen. Y encima te contestan saliendo por la tangente con otras cosas. Faltaban datos objetivos y la información oficial, en general, ha sido muy mala. Con esto no quiero decir que los compañeros no tuvieran trabajo, que han tenido también muchísimas dificultades. Lo que sí digo y critico es que mucha información oficial que ha habido ha sido sesgada por motivos políticos. Ya no son fallos producidos por una avalancha de trabajo, que la tuvieron, sino porque había directrices políticas y, por lo tanto, muchos gabinetes de comunicación actuaron como gabinetes políticos o como comisarios políticos en forma.
- ¿Ha salido reforzado de esta pandemia el periodismo sanitario?
- Yo creo que sí. El periodismo sanitario estaba muy alicaído. Habíamos pasado de una cierta época dorada o buena del periodismo sanitario, en los medios generales, a una época en la que tenía muy poco peso. Eso ha sido por un lado porque había poca información o volumen informativo, pero también por la incompetencia de las jerarquías de mucho imperio de la comunicación que no entendían que la sanidad pudiera tener un nicho adecuado. Y no lo digo por mi medio, que tenemos un suplemento de salud que es el único semanal desde hace años. Hablo en general, cuando a la sanidad no se le daba la importancia que tenían otras secciones, como política o deportes. Y, por supuesto, ha habido un problema que es la reducción de las plantillas en los medios de comunicación, lo que ha motivado que muchos periodistas especializados en sanidad se hayan tenido que dedicar a otras tareas. Esto ha hecho que hayan tenido que hacer información sanitaria, que es muy especializada, periodistas de otros ámbitos. Eso ha influido en que el periodismo sanitario estuviera en una etapa muy baja. Y de repente la pandemia lo ha devuelto al primer nivel. Yo espero que esto llegue y se aprenda de los errores para que permanezca así. Porque el periodismo sanitario especializado, tanto en medios de comunicación generales como en los especializados, es fundamental, como se ha visto. No solo en la pandemia, sino en general. La sanidad es la mayor empleadora de este país, es un colectivo laboral muy importante. Es que todos nos vamos a poner enfermos y cualquier dato sanitario nos interesa. Hay cantidad de variables que hacen que la sanidad sea muy importante y que el periodismo sanitario sea imprescindible, y, desde luego, debería tener más sitio en los medios de comunicación.